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miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿Denunciar, para qué...?



En estos momentos tan difíciles, se requiere y se hace más necesaria que nunca otra política que asuma un firme compromiso con la mejora educativa y que no atente contra la dignidad del profesorado, el estudiantado y los demás profesionales de la comunidad educativa y la universidad pública.

La Universidad de Murcia, por su parte, se encuentra una vez más ante un dilema de compleja resolución, una encrucijada cuyas consecuencias, sea lo que sea que resulte de la misma, son verdaderamente difíciles de prever.

A pesar del estricto cumplimiento de sus deberes administrativos por parte de la Universidad de Murcia (nosotros no hemos generado deuda, la sufrimos), este gobierno autonómico infringe sistemáticamente un daño imposible de acatar contra el sistema educativo en general y contra el principio de Autonomía universitaria en particular, de la cual se supedita su independencia sobre otros poderes(político, administrativo, etc). Independencia que va cediendo su lugar hacia su opuesto y que políticos de dudosa legitimidad aceleran con descaro y bajo formas apreciablemente menos sutiles de las que estamos acostumbrados.

Hoy cabe preguntarse si estos poderes políticos y económicos pueden tener intereses contrarios a los principios y fundamentos que caracterizan y sobre los que se erige la Universidad pública (Autonomía universitaria, cogobierno, libertad de pensamiento, igualdad de oportunidades, etc).

¿Sería acertado pensar que al amparo de esta denominada crisis económica estos poderes pretendan apropiarse de bienes comunes y servicios públicos como son la educación, la sanidad o la justicia?

¿Qué sucederá cuando las universidades públicas, asfixiadas por la deuda generada por parte de los responsables políticos, acaben por no poder financiarse y mantener su autonomía?

¿Tiene esta deuda un componente ideológico?

No es difícil vislumbrar un futuro incierto para la institución universitaria. Ésta se ve obligada a buscar progresivamente más y más financiación privada. ¿Esto tiene o tendrá un límite? No es menester que incidamos explicando la relación que la abusiva subida de tasas de matrícula a los estudiantes o las dificultades en el acceso a becas guardan a este respecto.

Si algunas universidades como la nuestra estiman que su financiación privada ronda en torno al 15% (?) y este porcentaje se verá a todas luces e inevitablemente incrementado en los años venideros, ¿qué acabará sucediendo cuando ese número ascienda al 30, al 50, al 60%...? No se requiere de altas dotes intelectuales para percibir, insistimos, la carga ideológica ultraliberal que hay detrás de estas políticas de austeridad y recortes, de liberalización de los servicios públicos.

¿Y cuando nuestra universidad esté gobernada por empresas multinacionales y banqueros junto a políticos cómplices de los anteriores? ¿qué se investigará y a favor de qué, de quién o quienes?
¿Qué será entonces del pensamiento crítico, de las humanidades, de las ciencias sociales?
¿A qué sociedad servirá la Universidad?

¿En qué sociedad queremos vivir? ¿en qué sociedad queremos que vivan nuestros hijos?
¿Dónde están las líneas rojas? ¿dónde está el límite de nuestra sumisión a las leyes del mercado?
¿Somos conscientes de la amplitud de la desesperanza de las gentes más desfavorecidas? ¿somos capaces de atisbar la catástrofe social que podría estar a punto de sucederse? Sería un error ignorar la historia y obviar que nuestro mundo podría desmoronarse y convertirse en una auténtica pesadilla.

¿Acaso no estamos hartos de las tergiversaciones políticas de todos estos representantes elegidos por nosotros bajo el paraguas de una denominada democracia que, como gritan las calles, no lo es?

¿Cuántas promesas incumplidas y cuánta mentira política estamos dispuestos a tolerar? ¿debemos esperar a perder todo, a que todo nos lo roben aquellos que en nombre del realismo económico imponen políticas sociales y económicas nefastas para la ciudadanía en general? ¿Dónde quedaron nuestros sueños? ¿qué hay de la esperanza de construir un mundo mejor?, ¿cuándo fue que nos rendimos a la denominada ley del mercado, a la ley del más fuerte? ¿a qué precio nos vendieron esta moto, esta suerte de creencia universal que deviene en pura resignación?

Mientras los seres de carne y hueso nos desmoralizamos, nos inmovilizamos o permanecemos en estado de shock ante todo lo vivido y lo que está por venir,  el guión neoliberal a seguir por los distintos (y diversos) gobiernos cómplices de los poderes económicos se anticipa  a su propia agenda ante el evidente estado de anomia que padecen sociedades como la nuestra, caracterizadas por el consentimiento inculcado y la sumisión a los mandatos de las políticas orientadas hacia una redistribución de la riqueza progresivamente más desigual, más injusta; hacia un individualismo alarmante.

Y ustedes profesores, ¿dónde están los límites de su responsabilidad social con sus estudiantes?
Aquellos de ustedes que titubean en el aula a la hora de dialogar y educar en favor de la vida, por la vida, con la vida. Ustedes profesoras y profesores, aquellos que olvidan la política y la lucha diaria en la puerta de clase, ¡¡como si la educación nada tuviera que ver con la política (no hablamos de partidismo)!!. Si así lo piensan, quizá estén errando... Si así lo piensan, quizá estén reproduciendo... Reproduciendo silencio, delegando. Haciendo del silencio y sin saberlo (o sí) partidismo de la ignorancia, de la avaricia, de la miseria humana.

Reproduciendo. Y no transformando esta  realidad que estamos viviendo y que a todos se nos viene encima. Nos están vendiendo el país. Están robándonos a los pobres y los trabajadores. Nos están vendiendo al mejor postor el presente y el futuro de los jóvenes y despojando de su merecido descanso a nuestros mayores.

 Y ustedes profesores, ¿para quién trabajan...?
¿En favor de qué o quienes trabajan y en contra de qué o quienes trabajan? Aquellos de ustedes, profesoras y profesores, dispensando conocimientos que al aire van, descontextualizados de este presente, de esta realidad. ¿¡Dónde dejaron el aprendizaje dialógico!? ¿cuándo dejarán de reproducir lo que ya todos aprendimos en la escuela: a guardar silencio, a delegar sin más...?

Hablemos también de presente, de incertidumbre: ¿Qué hay de ese profesorado despreciado, humillado, decepcionado y sumido en el mencionado estado de shock (como el común de los ciudadanos) ante las  dramáticas consecuencias de una situación que a todos supera?

Y los estudiantes, ¿dónde estamos?, ¿a qué esperan?, ¿qué esperamos?, ¿cuando será futuro?, ¿para qué estudiamos?.
Vosotras y vosotros estudiantes... ¿por qué calláis?

¿DENUNCIAR, PARA QUÉ...?

Es nuestra imperante necesidad, para concluir, formular las siguientes reflexiones acerca de la encrucijada de la que hablábamos al comienzo de este texto.

¿Para qué denunciar a los políticos copartícipes de los mecanismos por los que se regula e instaura la desigualdad social? ¿para qué denunciar a estos representantes políticos traidores de su propia palabra que andan vendiendo nuestros servicios públicos y nuestro país al mejor postor?,

Algunos piensan que es mejor negociar con el ladrón que denunciarle, que no merece la pena “meterse en líos”, que no es rentable retar al poderoso, que es mejor dejar a otros la exigencia de responsabilidad, que las mayorías absolutas siempre obran bien, que el mal ocasionado tampoco es tanto, que es mejor (fácil) vivir de rodillas que el esfuerzo de levantarse y luchar, , que será la divina providencia, sin la lucha ineludible de los pueblos, la que nos una democracia y una política de verdad que nos salve de tanta injusticia y desigualdad.

Este Comité de Resistencia piensa que denunciar una supuesta malversación de fondos públicos (robar del dinero de todos, en lenguaje común) es nuestra responsabilidad y la de toda la Comunidad Universitaria. No sólo por lo injusto de acumular durante años y años una deuda de más de 70 millones de euros a la vez que se recortan más y más los presupuestos de la Universidades Públicas, sino porque alguien debería dar explicaciones sobre dónde está ese dinero, en qué se utilizó, quiénes son los que gestionaron esos fondos, etc

La Comunidad Universitaria no de debe seguir mostrándose sumisa, obediente ante los dirigentes que nos han empujado hacia la ruina, ante los que están desmantelando el sistema universitario, ante los que están forzando a nuestros jóvenes profesores e investigadores a buscarse su futuro en el extranjero, ante los que suben las tasas universitarias y recortan en becas.

Asumamos, todas y todos, nuestras funciones, nuestra responsabilidad como profesores,  estudiantes y personal de administración y servicios. Como ciudadanas y ciudadanos dignos de serlo.

Invitamos a todos los profesores, el alumnado y el personal de administración y servicios, claustrales de la Universidad de Murcia que se reconozcan en lo expresado en este documento, así como al conjunto de la comunidad universitaria, a asumir la parte de responsabilidad que a todos corresponde, tomando la iniciativa, colaborando con y apoyando las demandas que los miembros claustrales del Comité de Resistencia de la Universidad de Murcia invocamos mediante el presente escrito y demás comunicados.

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