En estos momentos tan
difíciles, se requiere y se hace más necesaria que nunca otra política que
asuma un firme compromiso con la mejora educativa y que no atente contra la
dignidad del profesorado, el estudiantado y los demás profesionales de la
comunidad educativa y la universidad pública.
La Universidad de
Murcia, por su parte, se encuentra una vez más ante un dilema de compleja
resolución, una encrucijada cuyas consecuencias, sea lo que sea que resulte
de la misma, son verdaderamente difíciles de prever.
A pesar del estricto cumplimiento
de sus deberes administrativos por parte de la Universidad de Murcia
(nosotros no hemos generado deuda, la sufrimos), este gobierno autonómico
infringe sistemáticamente un daño imposible de acatar contra el sistema
educativo en general y contra el principio de Autonomía universitaria en
particular, de la cual se supedita su independencia sobre otros
poderes(político, administrativo, etc). Independencia que va cediendo su lugar
hacia su opuesto y que políticos de dudosa legitimidad aceleran con descaro y
bajo formas apreciablemente menos sutiles de las que estamos acostumbrados.
Hoy cabe preguntarse
si estos poderes políticos y económicos pueden tener intereses contrarios
a los principios y fundamentos que caracterizan y sobre los que se erige la
Universidad pública (Autonomía universitaria, cogobierno, libertad de
pensamiento, igualdad de oportunidades, etc).
¿Sería acertado pensar
que al amparo de esta denominada crisis económica estos poderes pretendan
apropiarse de bienes comunes y servicios públicos como son la educación, la
sanidad o la justicia?
¿Qué sucederá cuando
las universidades públicas, asfixiadas por la deuda generada por parte de los
responsables políticos, acaben por no poder financiarse y mantener su
autonomía?
¿Tiene esta deuda un
componente ideológico?
No es difícil
vislumbrar un futuro incierto para la institución universitaria. Ésta se ve
obligada a buscar progresivamente más y más financiación privada. ¿Esto
tiene o tendrá un límite? No es menester que incidamos explicando la relación
que la abusiva subida de tasas de matrícula a los estudiantes o las
dificultades en el acceso a becas guardan a este respecto.
Si algunas
universidades como la nuestra estiman que su financiación privada ronda en
torno al 15% (?) y este porcentaje se verá a todas luces e inevitablemente
incrementado en los años venideros, ¿qué acabará sucediendo cuando ese número
ascienda al 30, al 50, al 60%...? No se requiere de altas dotes intelectuales para
percibir, insistimos, la carga ideológica ultraliberal que hay detrás de estas
políticas de austeridad y recortes, de liberalización de los servicios
públicos.
¿Y cuando nuestra
universidad esté gobernada por empresas multinacionales y banqueros junto a
políticos cómplices de los anteriores? ¿qué se investigará y a favor de qué, de
quién o quienes?
¿Qué será entonces del
pensamiento crítico, de las humanidades, de las ciencias sociales?
¿A qué sociedad
servirá la Universidad?
¿En qué sociedad
queremos vivir? ¿en qué sociedad queremos que vivan nuestros hijos?
¿Dónde están las
líneas rojas? ¿dónde está el límite de nuestra sumisión a las leyes del
mercado?
¿Somos conscientes de
la amplitud de la desesperanza de las gentes más desfavorecidas? ¿somos capaces
de atisbar la catástrofe social que podría estar a punto de sucederse? Sería un
error ignorar la historia y obviar que nuestro mundo podría desmoronarse y
convertirse en una auténtica pesadilla.
¿Acaso no estamos
hartos de las tergiversaciones políticas de todos estos representantes elegidos
por nosotros bajo el paraguas de una denominada democracia que, como gritan las
calles, no lo es?
¿Cuántas promesas
incumplidas y cuánta mentira política estamos dispuestos a tolerar? ¿debemos
esperar a perder todo, a que todo nos lo roben aquellos que en nombre del
realismo económico imponen políticas sociales y económicas nefastas para la
ciudadanía en general? ¿Dónde quedaron nuestros sueños? ¿qué hay de la
esperanza de construir un mundo mejor?, ¿cuándo fue que nos rendimos a la
denominada ley del mercado, a la ley del más fuerte? ¿a qué precio nos
vendieron esta moto, esta suerte de creencia universal que deviene en pura
resignación?
Mientras los seres de
carne y hueso nos desmoralizamos, nos inmovilizamos o permanecemos en estado de
shock ante todo lo vivido y lo que está por venir, el guión neoliberal a seguir por los
distintos (y diversos) gobiernos cómplices de los poderes económicos se
anticipa a su propia agenda ante el
evidente estado de anomia que padecen sociedades como la nuestra,
caracterizadas por el consentimiento inculcado y la sumisión a los mandatos de
las políticas orientadas hacia una redistribución de la riqueza progresivamente
más desigual, más injusta; hacia un individualismo alarmante.
Y ustedes
profesores, ¿dónde están los límites de su responsabilidad social con sus
estudiantes?
Aquellos de ustedes
que titubean en el aula a la hora de dialogar y educar en favor de la vida, por
la vida, con la vida. Ustedes profesoras y profesores, aquellos que olvidan
la política y la lucha diaria en la puerta de clase, ¡¡como si la educación
nada tuviera que ver con la política (no hablamos de partidismo)!!. Si así lo
piensan, quizá estén errando... Si así lo piensan, quizá estén reproduciendo...
Reproduciendo silencio, delegando. Haciendo del silencio y sin saberlo
(o sí) partidismo de la ignorancia, de la avaricia, de la miseria humana.
Reproduciendo. Y no
transformando esta realidad que estamos
viviendo y que a todos se nos viene encima. Nos están vendiendo el país. Están
robándonos a los pobres y los trabajadores. Nos están vendiendo al mejor postor
el presente y el futuro de los jóvenes y despojando de su merecido descanso a
nuestros mayores.
Y ustedes profesores, ¿para quién
trabajan...?
¿En favor de qué o
quienes trabajan y en contra de qué o quienes trabajan? Aquellos de ustedes,
profesoras y profesores, dispensando conocimientos que al aire van,
descontextualizados de este presente, de esta realidad. ¿¡Dónde dejaron el
aprendizaje dialógico!? ¿cuándo dejarán de reproducir lo que ya todos
aprendimos en la escuela: a guardar silencio, a delegar sin
más...?
Hablemos también de
presente, de incertidumbre: ¿Qué hay de ese profesorado despreciado, humillado,
decepcionado y sumido en el mencionado estado de shock (como el común de los
ciudadanos) ante las dramáticas
consecuencias de una situación que a todos supera?
Y los estudiantes,
¿dónde estamos?, ¿a qué esperan?, ¿qué esperamos?, ¿cuando será futuro?, ¿para
qué estudiamos?.
Vosotras y vosotros
estudiantes... ¿por qué calláis?
¿DENUNCIAR, PARA
QUÉ...?
Es nuestra imperante
necesidad, para concluir, formular las siguientes reflexiones acerca de la
encrucijada de la que hablábamos al comienzo de este texto.
¿Para qué denunciar a
los políticos copartícipes de los mecanismos por los que se regula e instaura
la desigualdad social? ¿para qué denunciar a estos representantes políticos
traidores de su propia palabra que andan vendiendo nuestros servicios públicos
y nuestro país al mejor postor?,
Algunos piensan que es mejor negociar con el
ladrón que denunciarle, que no merece la pena “meterse en líos”, que no es
rentable retar al poderoso, que es mejor dejar a otros la exigencia de
responsabilidad, que las mayorías absolutas siempre obran bien, que el mal
ocasionado tampoco es tanto, que es mejor (fácil) vivir de rodillas que el
esfuerzo de levantarse y luchar, , que será la divina providencia, sin la lucha
ineludible de los pueblos, la que nos una democracia y una política de verdad
que nos salve de tanta injusticia y desigualdad.
Este Comité de
Resistencia piensa que denunciar una supuesta malversación de fondos
públicos (robar del dinero de todos, en lenguaje común) es nuestra
responsabilidad y la de toda la Comunidad Universitaria. No sólo por lo injusto
de acumular durante años y años una deuda de más de 70 millones de euros a la
vez que se recortan más y más los presupuestos de la Universidades Públicas,
sino porque alguien debería dar explicaciones sobre dónde está ese dinero, en
qué se utilizó, quiénes son los que gestionaron esos fondos, etc
La Comunidad Universitaria no de debe seguir mostrándose
sumisa, obediente ante los dirigentes que nos han empujado hacia la ruina, ante
los que están desmantelando el sistema universitario, ante los que están
forzando a nuestros jóvenes profesores e investigadores a buscarse su futuro en
el extranjero, ante los que suben las tasas universitarias y recortan en becas.
Asumamos, todas y
todos, nuestras funciones, nuestra responsabilidad como profesores, estudiantes y personal de administración y
servicios. Como ciudadanas y ciudadanos dignos de serlo.
Invitamos a todos los
profesores, el alumnado y el personal de administración y servicios,
claustrales de la Universidad de Murcia que se reconozcan en lo expresado en
este documento, así como al conjunto de la comunidad universitaria, a asumir la
parte de responsabilidad que a todos corresponde, tomando la iniciativa,
colaborando con y apoyando las demandas que los miembros claustrales del Comité
de Resistencia de la Universidad de Murcia invocamos mediante el presente
escrito y demás comunicados.
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